Pero la proyección se vino abajo cuando bajo la Resolución 191 de 1964, declararon la zona como Parque Nacional Tayrona. Las ilusiones de quienes querían ver urbanizada la costa norte de la ciudad se esfumaron y ante el propósito de crecimiento en la industria del turismo, el Gobierno Nacional ofreció por aquellos años unas tierras: las salinas de Pozos Colorados, un vasto y peculiar territorio, al cual casi ninguno apostó. Sólo tenía una carretera que comunicaba con el resto del país, sin servicios públicos básicos y áreas pantanosas, todo esto a cambio de declarar zona protegida el polo opuesto de la ciudad.
Para entonces, Pozos Colorados estaba bajo dominio del Instituto Colombiano para la Reforma Agraria, Incora, entidad que comenzó a adjudicar poco a poco terrenos a quienes no dudaron de su futuro prometedor.
Hoy Pozos Colorados pertenece al casco urbano de la ciudad y en él están construidos hoteles, apartamentos, centros de convenciones, conjuntos residenciales y restaurantes, enmarcados en la vocación turística para el cual fue adjudicado
Capítulo I: ¿Sal de nuestros hermanos mayores?
En época prehispánica, Pozos Colorados era habitada por nativos dedicados a la agricultura y la pesca, agrupados en un pequeño poblado tayrona llamado Durcino. Durante las sequías y frente a la costa, algunas lagunas naturales formaban estanques de agua salada, que con el sol cristalizaban la sal marina, llegando a un punto de oxidación, por lo que los españoles bautizaron la zona como Pozos Colorados. La explotación de la sal, según registros históricos estuvo a cargo del pequeño asentamiento del Durcino entre el siglo X hasta el XVI d.C., para el uso como conservante de alimentos no perecederos y algunas propiedades medicinales: Esto daba a la zona una significancia especial, la cual durante la época indígena generó la creación de cacicazgos en la mayoría de yacimientos de sal marina de la región.
Capítulo II: los dominios del rey sobre las salinas
Aunque a partir del siglo XVI con la conquista del Nuevo Reino por parte de España el dominio de las salinas seguía siendo de los indígenas, los conquistadores comenzaron a establecerse en algunos sectores alrededor de la explotación de la sal.
Sólo hasta el siglo XVII, cuando en 1777 el rey Carlos III, ordenó la administración absoluta de las salinas y más adelante, luego de la Independencia Nacional, el Estado declaró la propiedad absoluta de la explotación
Por aquella época las tierras de Pozos Colorados pertenecían a un gran terreno conocido como Los Cerritos, una extensión de 5.800 hectáreas que llegó a comprender a partir de la parroquia de San Jacinto en el poblado de Gaira, hasta la quebrada el Doctor en límites hoy con Ciénaga. Los pocos indígenas que quedaban para entonces explotaban la sal precipitada en las lagunas que el mar dejaba con las crecientes, teniendo que darle tributo no a los dueños de las tierras, sino al propio reino español.
Capitulo III: la tierra se dividió
El gran globo de tierra de Los Cerritos pasó a otras manos y comenzó una división entre los herederos de la familia que ostentaba su propiedad. Hijos, primos, sobrinos, nietos, bisnietos y toda la descendencia, desmenuzaron en pequeños lotes los 58 millones de metros cuadrados, de 1904 hasta hoy, una zona subdividida en más 200 partes.
Capítulo IV: entra en juego la Nación
Si bien es cierto el derecho de dominio sobre la explotación de los recursos minerales por casi cuatro siglos fue exclusivo de la Nación, sus gobernantes se veían obligados a negociar con los dueños por títulos de esas tierras.
En pleno siglo XIX la producción de la sal marina en Santa Marta era una de las más apreciadas del territorio nacional. Junto a Pozos Colorados estaba Chengue al norte de la ciudad, y que hacia 1869 alcanzaba a extraer el 8.3 por ciento de la totalidad de la sal del país, superado sólo por las salinas de Galerazamba, que constituía el 25%.
Era tal el interés del Estado por consolidar el dominio que en 1871 el ministro de Hacienda del gobierno del presidente Eustorgio Salgar, Salvador Camacho Roldán, refirió: Las salinas han sido siempre una propiedad nacional, tan evidente, tan incontestable, como la propiedad de una casa respecto del que la construyó.
Propiedad primero de la Corona de España, de la antigua Colombia después, de Nueva Granada y de la Confederación Granadina en seguida, de los Estados Unidos de Colombia hoy, ¿sus títulos de propiedad están consignados especial y expresamente en todas las constituciones sancionadas a nombre de todo el pueblo colombiano de 1821 hasta 1863?
Datos del Archivo Histórico de la Nación describen que para fines del siglo XIX las salinas de Pozos Colorados eran administradas por el ciudadano José Domingo Dávila, estableciendo una especie de arrendamiento para la explotación del mineral. Entonces, la guerra de los Mil Días, ocurrida entre 1899 y 1902, mermó considerablemente el poder de la Nación sobre la explotación de sus recursos, bajando considerablemente las ganancias económicas que habían observado en el siglo XIX.
Capítulo V: Sube Manaure
El cuarto de hora para Pozos Colorados iba pasando poco a poco, los bajones en los precios de los sacos de sal, a causa de la postguerra, afectaron la producción en las primeras dos décadas del siglo XX. Galerazamba continuaba con su hegemonía por la cercanía a Cartagena y Barranquilla, pero hacia 1920 emergía el futuro de la sal en Colombia: Manaure.
Hacia el año de 1941 el Estado nombró al Banco de la República como la entidad administradora de todas las salinas del país, implementando con ello la modernización de las instalaciones a través del convenio Concesión Salinas.
La aparición de nuevas técnicas en conservación de alimentos y la prohibición para el consumo humano, sumado a la escasez del mineral por las nuevas construcciones que taponaban el ingreso de agua de mar a los lagos, ocasionaron que, en los años 70 y 80, las salinas de Pozos Colorados fueran cerradas. Colombia se conformaba con Manaure que por aquella época abastecía con el 70 por ciento de la sal que se consumía en el país.